jueves, julio 10, 2025
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Informe: ¿Crisis alimentaria en Ecuador?. Nuestro derecho a la alimentación en tiempos de COVID-19

Luego de casi seis meses de haberse declarado la emergencia sanitaria, Ecuador sigue integrando el grupo de los 10 países más afectados por la pandemia del COVID-19 en el continente americano. Ante esta realidad, y de cara a la flexibilización de las medidas de confinamiento y distanciamiento social en el país, producto de la emergencia sanitaria, surge la preocupación respecto a los impactos a mediano y largo plazo de la pandemia y la posibilidad de una inminente crisis alimentaria en medio de una fuerte recesión económica.

En el mes de abril 2020, a través del informe “Seguridad Alimentaria bajo la pandemia de COVID-19” la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, CELAC, 2020) advierte que la pandemia repercutirá en un incremento del hambre y la pobreza en los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)”.

El presente informe de monitoreo de los impactos del COVID-19 sobre los derechos de las familias campesinas, busca caracterizar una eventual crisis alimentaria desde la perspectiva del Derecho Humano a la Alimentación y la Nutrición Adecuada (DHANA) el cual se encuentra reconocido en un sinnúmero de estándares internacionales , incluyendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Art.25) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Art.11). A nivel nacional el DHANA ha sido reconocido en la norma suprema.

El DHANA es indispensable para el disfrute de otros derechos como el derecho a la vida, a la salud, al trabajo y a la educación. Así mismo, sin el derecho al agua, al trabajo, a la tierra, a las semillas, a la seguridad social y a la no discriminación, entre otros, no se puede ejercer efectivamente el DHANA

Con base en estos estándares jurídicos del derecho internacional este nuevo esfuerzo colaborativo de organizaciones de la sociedad civil como FIAN Internacional, FIAN Ecuador, el Instituto de Estudios Ecuatorianos, el Observatorio del Cambio Rural-OCARU y la Unión de Pequeños Productores “Tierra y Vida”; buscan ubicar los principales problemas del campesinado, para poder construir de la mano de las organizaciones campesinas un camino que reoriente y enriquezca la política pública con los aportes de la agroecología, del cuidado y los aprendizajes de las luchas del campo.

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Luigin Barzola: “Desde el 2015, no ha sido rentable, no hay utilidad en el cultivo de maíz duro”

#ManosQueNosAlimentan #10

En medio de la pandemia por COVID-19 se hacen evidentes los problemas estructurales de la producción maicera en Ecuador. Frente al nuevo ciclo de siembra, las familias campesinas que se dedican a esta actividad se enfrentan a problemas como la especulación dentro de la comercialización; así como el acceso tanto a créditos e insumos necesarios para sostener su producción de cuya venta depende la subsistencia de sus familias.

Y es que, de acuerdo a reportes de varios campesinos maiceros, desde el 2015, existe un decrecimiento en la producción del maíz duro, ingrediente indispensable en la fabricación de balanceados. Esto debido principalmente a que los monocultivos maiceros son “presa fácil” de muchas enfermedades y plagas, lo que implica una importante inversión en la compra de agrotoxicos y fertilizantes, esto sin duda repercute en el aumento de los costos de producción.

De acuerdo a datos recolectados por FIAN Ecuador en 2015, tan solo en el GAD de Mocache, se perdió el 66,6% del total de hectáreas sembradas, obteniendo solo el 11% de los quintales esperados. otro probema importante identificado fue que tan solo el 13% de los encuestados contaba con seguro agricola, y el 78% no recibió ninguna asistencia tecnica.  Dichos problemas han ocasionado que muchas Asociaciones de pequeños campesinos maiceros no puedan responder a sus créditos y terminen endeudados y “encadenados” sin un respaldo institucional que les permita subsanar sus deudas.

En este décimo diálogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Luigin Barzola de la Asociación de Productores Agrícolas "San Jacinto" (Mocache-Provincia de Los Ríos), explica cuáles han sido los condicionantes para contar con una producción maicera que les permita subsistir, y como la pandemia ha generado dificultades para la producción de maíz duro en su zona.

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Verónica López- La Toglla: “Nuestras tierras son inalienables, inembargables e indivisibles, no las pueden vender”

#ManosQueNosAlimentan #9

La comunidad Ancestral La Toglla, es un Gobierno Comunitario Territorial. Su principio es la vida comunitaria, la defensa de la vida y la autodeterminación. El territorio de la comunidad es el “Taita Ilaló” y la comunidad se ubica en la parte baja del cráter del volcán, en la parroquia de Guangopolo, con alrededor de 200 familias, del pueblo originario Kitu Kara, nacionalidad Kichwa.

La Toglla es una comunidad que históricamente ha resistido la privatización de su territorio colectivo, legalmente reconocido desde 1923 por una escritura madre. Tradicionalmente la economía giraba en torno a la agricultura y la venta e intercambio del cedazo. Hacia los años 70, con el boom petrolero y la baja en la venta de cedazos, la comunidad empieza a buscar ingresos en otros lados, como la hidroeléctrica, construida por ese mismo tiempo. Luego, con la apertura de la vía intervalles, en los años 90, la gente ve la posibilidad de dinamizar la economía y sale a trabajar a Quito. La gente se convierte, como muchas de las zonas rurales cercanas a la ciudad, en prestadores de servicio, en mano de obra “no calificado”, se convierten en obreros, albañiles, plomeros, carpinteros, cerrajeros, pintores, electricistas, guardias de seguridad, empleadas domésticas, costureras, entre muchas otras ocupaciones. Esto generó una relación de dependencia de la ciudad hacia la zona rural, pero no necesariamente un trato igual.

El crecimiento urbano de Quito y su expansión sobre todo hacia los valles del lado oriental, el Valle de Tumbaco y el Valle de los Chillos, con centros comerciales, conjuntos habitacionales cerrados y la construcción del aeropuerto Mariscal Sucre han cambiado la estructura rural de esa zona y ha generado una mayor presión sobre el territorio comunal – no solo en el caso de la Toglla –, por parte del Municipio y de empresas inmobiliarias, entre otros actores. A pesar de esto, la Comunidad Ancestral La Toglla resiste y lucha por la conservación de su territorio, por la conservación del Ilaló, como espacio natural, verde y vivo.

En este noveno diálogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Verónica López, dirigente de La Comunidad Ancestral La Toglla, cuenta sobre el retorno al labrado de la tierra y al trueque como respuesta a la emergencia sanitaria. Además, hace un llamado a los registradores públicos y a todos los que tengan intereses económicos sobre el territorio de la comunidad: el territorio no se vende, el territorio se defiende.

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Rosita Murillo- MESSE “Las ferias son espacios donde vas construyendo relaciones solidarias”

#ManosQueNosAlimentan #8

La propuesta agroecológica es integral. Asume a más de la producción otros ámbitos de acción como la social, lo económico, lo cultural y sobretodo, lo político.

En el tema de la comercialización, por ejemplo, la agroecología se orienta a la construcción de mecanismos que propicien una relación cercana entre productores/as y consumidores/as. En estos procesos, la confianza en lo que se ofrece o se intercambia se construye a través del acompañamiento y de la corresponsabilidad, del conocimiento y del apoyo mutuo. En este marco aparecen los Sistemas Participativos de Garantías (o SPGs) que son mecanismos legitimados comunalmente para generar credibilidad en productos agroecológicos. Para organizaciones como el Colectivo Agroecológico del Ecuador y el Movimiento de Economía Social y Solidaria del Ecuador – MESSE, son procesos autónomos de las organizaciones sociales y comunitarias que han sido gestados por iniciativa y recursos propios, en ausencia del Estado, en tal sentido no han requerido un mecanismo de control o monitoreo estatal.

No obstante, durante la pandemia, Agrocalidad inició un proceso de socialización respecto al nuevo Instructivo para regular la producción orgánica, biológica, ecológica en el Ecuador, un documento criticado por las organizaciones de la sociedad civil por ser elaborado sin la activa participación de las organizaciones relacionadas a estas actividades.

En este octavo diálogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Rosita Murillo, productora agroecológica y parte del MESSE- Imbabura, explica el significado de los SPGs para las productoras y los productores agroecológicos y la importancia de los mismos para la autonomía campesina y el fomento agroecológico en el país.

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Nancy Bedón (UOCE): “Debemos construir nuestro poder desde la autonomía”

#ManosQueNosAlimentan

La Unión de Organizaciones Campesinas de Esmeraldas (UOCE) se fundó en 1978. En la actualidad aglutina a 23 comunidades, afroecuatorianas en su mayoría. UOCE es una organización filial de la regional ECUARUNARI y de la nacional CONAIE.

Las demandas desde su creación siguen siendo la lucha por la tierra, el acceso a buenas vías, el crédito y la comercialización, pero también la facilidad para producir agroecológicamente como alternativa al monocultivo y así garantizar que las comunidades puedan alimentase adecuadamente.

En los últimos años UOCE construyó un proyecto de fortalecimiento organizativo que está vigente y es la Escuela de Formación Política y Agroecológica “Justina Quiñonez”, donde prepara a decenas de jóvenes en un rico y dinámico proceso de aprendizaje que trata sobre la realidad de los pueblos campesinos, y propone alternativas para transformarla. Este espacio, cuya misión es construir capacidades en agroecología y líderes y lideresas para cada una de sus comunidades, ha sido un eje importante para el apoyo y el sostenimiento de las comunidades durante la pandemia.

La organización que durante años ha tratado de rescatar las tecnologías y el empoderamiento de las familias campesinas del Sur de la provincia de Esmeraldas para que las comunidades construyan Soberanía Alimentaria desde sus localidades, mira como este trabajo en el marco de la pandemia, les permite construir un imaginario del “nuevo campesino/a” y de la construcción de poder desde la autonomía campesina, aun con la inatención y los obstáculos que vienen desde el Estado.

En este séptimo diálogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Nancy Bedón dirigente de la Unión de la Organizaciones Campesinas de Esmeraldas, cuenta la forma como han gestionado su vida frente a la emergencia sanitaria y cuál debería ser el papel de la agricultura familiar campesina en el sostenimiento de los territorios de su provincia.

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Rebeca Flores- COCIF “En los tiempos actuales de crisis, necesitamos un precio justo, sin intermediarios”

#ManosQueNosAlimentan #6

La Corporación de Organizaciones Campesinas e indígenas de Flores (COCIF), agrupa a 27 comunidades indígenas en la parroquia Flores del Cantón Riobamba (Chimborazo). Esta organización afronta varios problemas que viven las comunidades de la sierra centro como el minifundio, el no acceso al agua de riego, los altos índices de desnutrición y de migración del campo a la ciudad. Por esta última, la mayoría de personas que habitan en estos territorios son adultas mayores.

El territorio sufre un proceso de microfundización, por lo que las familias disponen de un promedio de 500 m2 de tierra. Frente a esta situación, las familias campesinas optimizan su uso a través de la producción de cereales (que no necesitan agua de riego), siendo los principales productos quinua, maíz, cebada, papa, trigo.

Por falta de apoyo para la agricultura familiar campesina, desde hace varios años, existe una fuerte migración hacia ciudades grandes como Guayaquil, donde se emplean como comerciantes o vendedores informales. Durante la pandemia, frente al fenómeno del retorno de personas infectadas a sus territorios, al menos tres comunidades reportan casos de COVID-19. Por ello, como estrategia cerraron las comunidades. Además, de forma solidaria, la comunidad estuvo en contacto con sus familiares que habitan las grandes ciudades enviando plantas medicinales y alimentos.

En este sexto diálogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Rebeca Flores, dirigente de mujeres y juventud de la COCIF, cuenta el papel de la mujer indígena en las estrategias que han asumido en la comunidad frente a la emergencia sanitaria.

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Magdalena Loja- FOA: «la mega minería es una contradicción irreconciliable con las comunidades que defienden el agua»

#ManosQueNosAlimentan #5

Al hablar de la lucha por el agua, no podemos dejar de pensar en las organizaciones campesinas del Austro. Ellas han protegido las fuentes de agua por siglos y frente a la amenaza megaminera, han salido a la defensa de sus territorios y han asumido una actitud digna de resistencia al embate extractivista.

En abril de 2008, la Asamblea Nacional Constituyente emitió el “Mandato Minero” con el que se obligaba extinguir concesiones mineras sin compensaciones económicas por parte del Estado, en lugares donde existan fuentes de agua y donde no se realizaron procesos de consulta a las poblaciones. Este era el caso de los proyectos Loma Larga (Kimsacocha) y Río Blanco. Sin embargo, contrariando dicho mandato el gobierno de Rafael Correa, abrió la puerta a lo que llamaría Francisco Hurtado “el festín minero del siglo XXI”.

Los proyectos mineros Loma Larga (Kimsakocha) y Río Blanco se encuentran al sur del Ecuador, dentro de la zona de páramo andino, conocida como el Macizo del Cajas. El lugar tiene un alto valor ecológico por ser un sitio de recarga de agua donde nacen muchas cuencas hídricas. Además, posee un gran valor cultural, porque en este lugar habitan pueblos indígenas y campesinos. Por esta razón la UNESCO le confirió la categoría de Área de Reserva de la Biosfera, ya que podemos encontrar diferentes pisos climáticos como son: páramos, humedales, manglares y zona marina. El núcleo central más importante está formado por el Parque Nacional Cajas y el Área Nacional de Recreación Kimsakocha, que son parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Ecuador donde está prohibida constitucionalmente la minería metálica.

Esto ha llevado a que las comunidades luchen contra el poder de las grandes mineras y del Estado, las cuales han ido ganando espacio en los territorios campesinos y procurado bloquear los mecanismos de consulta a las comunidades. Sin embargo, la lucha de las comunidades campesinas del austro ha logrado detener los intereses mineros en el territorio.

La exigencia de consulta popular por parte de las comunidades tuvo su eco en el 2019, donde el Consejo Nacional Electoral dio paso a la siguiente pregunta: ¿Está usted de acuerdo que se realicen actividades mineras en los páramos y fuentes de agua del Sistema Hidrológico Kimsacocha? El 86,79% de electores (7.135 votos) dijo No. Obteniendo un contundente triunfo no solo para las comunidades de Girón que defienden el páramo de Kimsacocha, sino para otras comunidades con exigencias similares. No obstante, a pesar de que esta resolución debe ser acatada, las comunidades campesinas continúan denunciando la presencia en territorio de la empresa minera y del Ministerio de Recursos no Renovables desacatando el mandato popular.

En este quinto diálogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Magdalena Loja dirigente de la FOA, cuenta la forma como han gestionado su vida frente a COVID-19 y sobre la amenaza minera que, aun en emergencia sanitaria, continua presente en su territorio.

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Elena Plazas- ASOMAC: «Sentimos el abandono del Estado desde el ilegal desalojo»

#ManosQueNosAlimentan #4

La Asociación de Montubios del cantón Colimes-Guayas (ASOMAC), es una organización de la costa ecuatoriana que sostiene como elementos fundamentales en su lucha para la exigibilidad del derecho humano a la alimentación: el acceso a tierra, agua, semillas y créditos productivos, para alcanzar su soberanía alimentaria.

Su lucha por el acceso a la tierra se vio recompensada cuando en 2004, ASOMAC tomó posesión de la hacienda “La Leopoldina”, incautada por la extinta Agencia de Garantías de Depósitos (AGD). Cinco años después, en 2009, el MAGAP y el Instituto Nacional de Desarrollo Agrario (INDA) hicieron la entrega de la garantía de posesión a ASOMAC mediante acto público realizado en el cantón Vinces (provincia de Los Ríos). De 700 hectáreas que comprendía la antigua hacienda, alrededor de 620 se le otorgaron a ASOMAC. El gobierno en ese año ratificaba la legitima posesión de la tierra por parte de las familias campesinas.

No obstante, el compromiso del Estado por asegurar tierras para campesinos/as se rompió y cambió de rumbo, lo que provocó que el 11 de diciembre de 2015 se desalojara ilegalmente a 44 familias de ASOMAC, sin respetar las garantías procesales correspondientes. Producto del desalojo dichas familias quedaron sin vivienda ni tierra para producir. Frente a esta ilegalidad y apoyándose en la legitimidad de su lucha por la tierra, el 31 de marzo de 2016, el Tribunal Distrital No. 2 de lo Contencioso Administrativo falló a su favor, lo que obliga al MAG a que les otorgue títulos de tierras a los 44 campesinos/as de ASOMAC que fueron desalojados. 4 años después, aún esperan la ejecución de la sentencia.

Hoy en día los efectos del desalojo siguen presentes, y sin duda han sido determinantes al momento de enfrentar emergencias como la del COVID-19. En este cuarto dialogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Elena Plazas dirigente la ASOMAC, cuenta la forma como han gestionado su vida frente a la crisis y la inatención del Estado en el marco de la emergencia sanitaria.

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Raquel Silva: “Las familias campesinas que llevan la comida a la mesa de los ecuatorianos están indefensas”

#ManosQueNosAlimentan #3

Las medidas ordenadas por el gobierno nacional y los gobiernos locales para salvaguardar la vida de las personas en medio de la emergencia sanitaria por COVID-19 han tenido serios impactos sobre la cotidianidad de las familias, su salud, su educación, su alimentación y su economía en general.

Para el caso de la Asociación Agrícola RIO MAR, de la Parroquia Tarifa, Cantón Samborondón en la provincia del Guayas, las familias campesinas afrontaron un desalojo forzado y sin sustento legal en el marco del confinamiento.

37 familias campesinas de la Asociación RIO MAR han ocupado el predio de 166,79 hectáreas por más de 24 años y cuentan, desde el 2009, con garantías de posesión vigentes otorgadas por el mismo Estado a través de la Subsecretaria de Tierras. No obstante, el miércoles 20 de mayo cuando la comunidad se encontraban cosechando el arroz llegaron con maquinaria pesada, un grupo de presuntos compradores del predio y la fuerza pública a tomar posesión del mismo. Cerraron vías de acceso y canales de riego atentando contra el derecho legítimo de los campesinos y campesinas de permanecer en la tierra y cultivarla. El jueves 21 de mayo continuó el desalojo, ésta vez con mayor presencia de la fuerza pública y civiles dirigidos por los presuntos compradores del predio. Detuvieron a varias personas.

En los artículos 15 y 17 de la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos, las Campesinas y otras personas que trabajan en Áreas Rurales, para la garantía del derecho humano a la alimentación, el Estado ecuatoriano debe asegurar a los campesinos y campesinas el acceso, uso y control a la tierra (derecho a la tierra) y otros recursos naturales. Los Estados deben hacer efectivos los derechos de los campesinos (Art. 2) adoptando todas la medidas legales, administrativas o de otro tipo para garantizar la protección por parte de las autoridades competentes de todo acto de violencia, amenaza, represalia y discriminación que vaya en contra de las familias campesinas (Art.8), además de proporcionarles mecanismos eficaces para prevenir despojarlos arbitrariamente de sus tierras y recursos naturales o privarlos de sus medios de subsistencia donde además ejercen su derecho al trabajo, a la vivienda, al derecho a alimen- tarse adecuadamente y a la soberanía alimentaria (Art.12,13,15), esto va en consonancia con el artículo 13 de la Constitución del Ecuador, donde el Estado ecuatoriano y sus instituciones están obligados a respetar los derechos a la alimentación, a la tierra, al agua, a la vivienda y a la soberanía alimentaria de las familias campesinas de RIO MAR.

En este tercer dialogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Raquel Silva coordinadora de la Unión de Organizaciones Tierra y Vida de la pro- vincia del Guayas cuenta lo sucedido con las familias campesinas de Río Mar y evalúa los impactos generados por este desalojo en la vida de la comunidad en el marco de la emergencia sanitaria.

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Juana Francis Bone: “Ninguna estrategia para la emergencia pensó en sistemas de prevención de violencia”

#ManosQueNosAlimentan #2

En el marco de la emergencia sanitaria, un tema de preocupación es la violencia de las mujeres en el área rural. En el informe gubernamental de la emergencia sanitaria por el COVID-19 del 6 de junio del 2020, el Servicio Integrado de Seguridad ECU-911, reportó haber recibido 22.836 llamadas de emergencia desde el inicio del confinamiento, lo que equivale a una frecuencia diaria de 278 llamadas. De este número pocas han tenido el acompañamiento judicial debido. La magnitud del problema deja en evidencia la insuficiencia de los programas estatales en la erradicación de la violencia contra las mujeres.

La emergencia por el COVID-19 exacerba la violencia, de acuerdo a la directora ejecutiva de ONU Mujeres, el confinamiento aviva la tensión y el estrés generado por preocupaciones relacionadas con la seguridad, la salud y el dinero. Así mismo, refuerza el aislamiento de las mujeres que tienen compañeros violentos, separándolas de las personas y recursos que mejor puedan ayudarles, por tanto, es la situación perfecta para ejercer un comportamiento controlador y violento en el hogar.

En este segundo dialogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Juana Francis Bone parte del Colectivo “Mujeres de Asfalto”, hace una lectura respecto a la violencia intrafamiliar en el área rural que fue evidente por el confinamiento producto de la emergencia sanitaria.

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