El siguiente número de la serie “30 años apoyando la lucha por el derecho a la alimentación y nutrición” profundiza en cómo la terrible discriminación a la que se enfrentan las mujeres en las zonas rurales y urbanas está llevándolas a encontrarse entre los grupos sociales que más sufren el hambre en el mundo y en el impacto que ello supone sobre los sistemas de alimentación.
A pesar de disponer de todos los derechos humanos internacionalmente reconocidos y de producir el 50% de la alimentación mundial, las mujeres sufren la discriminación en todas las facetas de su vida y son quienes más sufren el hambre y la malnutrición. Al mismo tiempo que sufren de un desigual acceso a la educación, salud, trabajo y oportunidades económicas, así como a la tierra y a los recursos naturales en las áreas rurales, su derecho a la alimentación y a la nutrición está lejos de cumplirse y su rol como productoras de alimentos no está reconocido y está infravalorado.
El aumento general de la expropiación de los bienes comunes ha afectado significativamente a la interacción de las mujeres con los pocos recursos productivos sobre los que habían ganado acceso y control; como es el caso de las semillas, el agua y la tierra. En los entornos hostiles, esta situación va acompañada de ataques sexuales y otras formas de violencia de género perpetrada por las autoridades públicas y/o por agentes de seguridad privada.
¿Cómo deberían el estado y las leyes combatir la discriminación hacia las mujeres y pasar a la acción? ¿Son acaso los roles que se han asignado tradicionalmente a mujeres y hombres los que están impidiendo que se acceda a sistemas alimentarios sostenibles y de género?