#ManosQueNosAlimentan #10
En medio de la pandemia por COVID-19 se hacen evidentes los problemas estructurales de la producción maicera en Ecuador. Frente al nuevo ciclo de siembra, las familias campesinas que se dedican a esta actividad se enfrentan a problemas como la especulación dentro de la comercialización; así como el acceso tanto a créditos e insumos necesarios para sostener su producción de cuya venta depende la subsistencia de sus familias.
Y es que, de acuerdo a reportes de varios campesinos maiceros, desde el 2015, existe un decrecimiento en la producción del maíz duro, ingrediente indispensable en la fabricación de balanceados. Esto debido principalmente a que los monocultivos maiceros son “presa fácil” de muchas enfermedades y plagas, lo que implica una importante inversión en la compra de agrotoxicos y fertilizantes, esto sin duda repercute en el aumento de los costos de producción.
De acuerdo a datos recolectados por FIAN Ecuador en 2015, tan solo en el GAD de Mocache, se perdió el 66,6% del total de hectáreas sembradas, obteniendo solo el 11% de los quintales esperados. otro probema importante identificado fue que tan solo el 13% de los encuestados contaba con seguro agricola, y el 78% no recibió ninguna asistencia tecnica. Dichos problemas han ocasionado que muchas Asociaciones de pequeños campesinos maiceros no puedan responder a sus créditos y terminen endeudados y “encadenados” sin un respaldo institucional que les permita subsanar sus deudas.
En este décimo diálogo de la campaña #ManosQueNosAlimentan, Luigin Barzola de la Asociación de Productores Agrícolas "San Jacinto" (Mocache-Provincia de Los Ríos), explica cuáles han sido los condicionantes para contar con una producción maicera que les permita subsistir, y como la pandemia ha generado dificultades para la producción de maíz duro en su zona.